LAVERDADENFUGA

Tuesday, December 20, 2005

HOMENAJE

En memoria de aquellos hermanos que murieron en la Plaza, o en las calles aquel 20 de diciembre:
LA ETERNA VIDA DE LOS FUSILADOS
de Diego Iramain
Fui guerrillero en los años 70, y antes desterrado por la ley de extranjería. Cuando nací ya traía en mi cuerpo la pólvora de la bala ciega que me mató por anarquista en la huelga de peones patagónicos. Me sacaron a bastonazos de la universidad cuando Onganía...Me desaparecieron en la noche militar del año 76 junto a miles de mujeres y hombres como yo, católicos y no, villeros y amas de casa, militantes sindicales y de organizaciones armadas, estudiantes y médicos y albañiles, todos revolucionarios. Mi sangre toda roja manchó aún más el suelo apenado de la patria y todavía se niega a ser lavada por las tercas lluvias que siguen lloviendo en el sur. Sin embargo, volví a la vida en la lucha de mi madre, madre a su ves de mis 30.000 compañeros desaparecidos.
Asistí impasible a la impunidad. Vi en el sol del pañuelo blanco de mi madre la tenaz resistencia de mi pueblo al chantaje, al olvido, al perdón. ... Fuí niño otra vez en el sueño de mis hijos; crecí sorprendido y alegre en la rebeldía de la juventud de mi país lleno de América Latina, en los trabajadores desocupados, en los obreros...
Ciertas partes de mi están encerradas en la injusta prisión... de mis hermanitos fugados de la cárcel de Rawson, masacrados en Trelew, vueltos al combate miles de veces.
Desaparezco otra vez en la muerte inexcusable, incomprensible, de los cien niños que cada día, todos los días suben al cielo sus vocecitas de leche con vainillas, asesinados por la riqueza de los capitalistas y su secuela de hambre y enfermedad para las cuatro quintas partes del país. (el remarcado me pertenece) No obstante siempre estoy volviendo a la vida. Mi eterno regreso es consecuencia de la lucha de la entrega, de la dignidad, de mi pueblo. Un día que fue 20 y era diciembre de 2001, regresé con fuerza a las mismas calles donde amé y me quisieron, donde me escondí del enemigo militar, donde fundé con mis compañeros las cien siglas del sueño revolucionario. Tiré a las patrullas policiales piedras recogidas en la gesta del Cordobazo. Me fusilaron por la espalda en la exacta esquina donde antes conspiré contra el regimen instituído.
Caí treinta y pico de veces aquel solo día de diciembre, y me levanté tantas otras como cacerolazos hubo durante aquel verano...Fui al Pte. Pueyrredon cierto mediodía frío de junio y me mataron otra vez...
Ellos piensan que me matan definitivamente así... haciendo fallutos minutos de silencio, cantando el himno en nombre de la paz que me mató aquel 20 de diciembre.
Pero se equivocan otra vez. No saben que mi vida siempre es otra cosa, que cuando ellos van, yo ya fui y vine cien veces, de la ruta cortada al puente incendiado, de la rectoría tomada a la fábrica expropiada al ex-patrón. Mi yo lleno de gente ya no tiene nombre ni apellido; ahora es viento que sopla desde atrás del corazón herido de mi pueblo, rengo a balazos pero regado tambien por sueños, por la memoria indócil de la rebeldía, por el deseo de... vencer la indignidad capitalista. No hay cajón que encierre la estrella de mi ensueño ni muerte que detenga todo lo que todavía tengo para vivir, exactamente todos los siglos que le quedan a mi pueblo para seguir haciendo historia.

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