LAVERDADENFUGA

Friday, November 11, 2005

UNA HISTORIA...

LA MUJER DE ERNESTO - Buenos Aires ,1985 - Parte I
(Emiliana Bront)

Desde muy chica supe que mi vida no iba a ser fácil.La vida me lo gritaba en la cara cada vez que podía. Como si mi nombre hubiera traído escondida si razón de ser, por eso, quizá, mi madre me llamó Valentina. Nací en un barrio pobre del Conurbano en el verano de 1959. No recuerdo la cara de mi padre, quizá porque cuando yo no estaba aún en edad de recordar, nos abandonó a mi madre y al "regalo" que venía siendo yo. Así y todo Alicia fue una buena madre. No soy la mayor ni la menor de ningún hermano. Tuve una infancia distinta porque yo quise que así fuera. Pelear con el mundo se me hacía tan necesario como el aire para respirar.
Desde nena ya miraba con particular desprecio a mis compañeritas de colegio que se paseaban por los pasillos con sus guardapolvos impecables y sus trenzas perfectas. Las odiaba. Recuerdo las horas en la Dirección despues de cada "reivindicación social" que se daba en el aula. Una vez le arranqué a una nena rica una pulserita de oro y la tiré por el inodoro, no sé bien por qué lo hice, ni sé tampoco quién había cultivado en mí tanta crueldad. Y ahí estaba Alicia otra vez en la dirección con su mirada amenazante, como en el trayecto hacia el nuevo colegio, al final nunca me hacía nada. Me costaba mucho tener amigos, ¿quién los necesitaba?.
La adolescencia me encontró con la guardia baja, demasiados cambios para asimilar de golpe, pero al poco tiempo recobré mis fuerzas, y me hice abanderada de cuanto reclamo estudiantil hubiera. Empezaban a ser tiempos duros para protestar, pero yo andaba por la vida con la íntima convicción de que no tenía nada para perder, igual... siempre perdía algo. Y así fueron pasando manifestaciones estudiantiles, que terminaban en revueltas callejeras, requisas y algunos golpes, estuve demorada varias veces pero zafaba, siempre zafaba. En una de las entradas conocí a ERNESTO . Era mayor que yo y tan lindo!, alto, morocho, de ojos verdes y penetrantes, tenía la rebeldía pintada en la cara. Estudiaba medicina, había caído con dos o tres compañeros en una manifestación. Con el tiempo me dí cuenta de que podría haberme cruzado mil veces con cualquier otro hombre en cualquier esquina, en calquier tiempo, y que inevitablemente siempre me enamoraría de Ernesto.
Todavía estábamos demorados cuando nos besamos por primera vez, burlando la guardia de la Seccional, y aunque suene cursi, desde ese momento supimos que ya no podrían separarnos. Por ERNESTO conocí la verdadera lucha. En la villa me sentía a gusto, íbamos cada dos o tres días más o menos a hacer lo que hiciera falta, Ernesto y dos compañeros de la Facultad se ocupaban de los enfermos. Los ojos de esos chicos se clavaban como puñales en mi corazón me daban fuerza para hacer lo que hubiera que hacer despues... Lo que hacíamos es historia conocida (o no tanto) : La Revolución que no fue...
(continúa)

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